El aprendizaje de las normas

EL APRENDIZAJE DE LAS NORMAS: 

De 0 a tres años: es un periodo fundamental para el aprendizaje de los límites ya que se sientan las bases educativas futuras. Las normas giran en torno a los hábitos y las rutinas: alimentación, aseo, sueño, juego, comportamiento, orden.

Antes del primer año, aunque no entiende lo que se le dice atiende al tono de voz y reacciona ante él.

A partir del primer año se vuelven muy exploradores, intentando descubrir todo lo que les rodea, tocándolo, chupándolo, manipulándolo.

A partir de 18 meses: es capaz de atender a órdenes bastante concretas: “recoge, busca, cierra”.

De los dos a tres años: se oponen de forma muy frecuente a las normas y límites, pueden aparecer las rabietas. La desobediencia no esconde una doble intención en el niño sino que responde más bien a una necesidad, la de afirmarse y ser diferente, la de saber cuáles son los límites y hasta donde puede llegar. A esta edad pueden: vestirse solos, colaborar en el baño, recoger la ropa sucia. Recoger sus juguetes.

De los tres a los seis años: la mejor forma de aprender es con hechos, observando y acompañándolo para que aprende viéndonos. No dar demasiadas órdenes juntas sino de una en una. Reforzar siempre que haga el comportamiento deseado. Incorporar nuevas responsabilidades cada vez más complejas de acuerdo a sus habilidades. Es un buen momento para fijar las normas de convivencia con los hermanos.

Pueden: poner y recoger la mesa, regar las plantas, ayudar en la cocina, limpiar el polvo, escribir la lista de la compra, hacer su cama. Los padres acompañan el aprendizaje de las tareas pero no se las harán.

A partir de los seis años: es un buen momento para recoger los frutos sembrados antes o para afianzar y consolidar lo aprendido. Puede ser el momento de los pactos o alternativas a diferentes normas. (Termina las tareas y puedes jugar un rato).

Adolescencia: se amplia el margen de negociación sólo en base a la asunción de responsabilidades en el comportamiento. Las conductas de rebeldía sólo son formas de mostrar la necesidad de su espacio personal y  de su identidad no han de ser traducidas como actos de confrontación hacia los padres y cualquier figura de autoridad. Pero los adolescentes deben saber que sigue existiendo una jerarquía, una autoridad y unas reglas de juego en la convivencia familiar en beneficio de todos. Deben saber que su comportamiento conlleva consecuencias tanto para él como para el resto de la familia.

Antes de dar una orden: 

  • Tener claro lo que se pide.
  • Trasmitir seguridad, firmeza y autoridad.
  • Mantener el contacto visual y prestar atención a nuestro lenguaje gestual.
  • No gritar, descalificar o menospreciar. No reírse mientras damos la orden.
  • No amenazar ni chantajear con el cariño.
  • Hablar despacio para ser entendidos sin duda.
  • Sin claros, sin titubeos ni rodeos.
  • Limitar el número de instrucciones.
  • Repetir si es necesario el mensaje.
  • Formular la orden en positivo para que el niño sepa cual es el comportamiento adecuado.
  • Evitar la regañina crónica.
  • Ser modelos de ese comportamiento que le pedimos.
  • Pedir que nos repita el mensaje para saber que está claro.
  • No iniciar otra actividad hasta que se haya cumplido la orden.

Cuando las cosas se complican: 

Los conflictos forman parte de la convivencia, lo importante no es evitarlos, huir o pedir ayuda para que otro nos los resuelva, sino aprender a gestionarlos de una forma adecuada, positiva y que nos permita mantener las relaciones.

  • No responder al niño con gritos o insultos.
  • Reflejar tranquilamente lo que está pasando.
  • Expresar nuestros sentimientos.
  • Ofrecer una alternativa de conducta adecuada.
  • Informar de las consecuencias de sus actos.
  • Darle tiempo para la corrección.
  • Retomar el contacto.
  • Reforzar lo positivo y la escucha.
  • Recordar la norma o instrucción.

El consenso entre los padres: 

En ocasiones puede que la actuación de nuestra pareja no nos resulte adecuada, o correcta, si es así:

  • no intervenir y dejar que la pareja solucione el problema o termine la situación; después hablamos.
  • Retirarse de la situación y hablar cuando el niño no esté presente.
  • Describir la situación en la que no estamos de acuerdo.
  • Escuchar sus razones y expresar nuestras opiniones.
  • Buscar un consenso.

 

 

Antonio Marazuela Llorente.

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