RAYMOND HILU: “EL CÁNCER PUEDE VENCERSE CON LA ALIMENTACIÓN”
Que se puede tratar y curar el cáncer sólo con la alimentación -aunque a veces convenga complementar el tratamiento con otras terapias- es un hecho constatado. Lo demostró, entre otros investigadores, la Dra. Johanna Budwig con un éxito innegable. De los 2.200 pacientes que trató más del 90% superaron el cáncer. ¿El secreto? Una alimentación adecuada que incluía requesón y aceite de lino o linaza, un producto al que el oxígeno se adhiere fácilmente lo que -según la prestigiosa doctora alemana, siete veces nominada al Premio Nobel de Medicina- provoca la apoptosis de las células cancerosas. Hemos hablado de ello con el doctor Raymond Hilu, discípulo directo de la doctora.
Quienes por primera vez se acercan a la dieta de la doctora Johanna Budwig como elemento terapéutico para tratar el cáncer quedan sorprendidos por su sencillez pero también por la indiscutible validez científica de sus propuestas. No en vano Johanna Budwig estuvo siete veces nominada para el Premio Nobel y sus estudios -desgraciadamente poco conocidos en nuestro país- fueron pioneros en el descubrimiento de las propiedades de los ácidos grasos poliinsaturados, su fundamental papel en la alimentación y su uso como herramienta básica en el tratamiento del cáncer.
Budwig estaba convencida de que su método era capaz de curar el 90% de los casos de cáncer, incluidos los llamados terminales. Y en una entrevista concedida en 1998 -cinco años antes de morir- a Lothar Hirneise (www.healingcancernaturally.com/lothar-hirneise-johanna-budwig.html), investigador alemán de terapias no convencionales en cáncer, se reafirmaría en la eficacia de su método. “He recibido -aseveró entonces- numerosos informes confirmando la validez de mi trabajo por parte de reconocidos expertos que en Helsinki obtuvieron un porcentaje de éxito de más del 90% usando mi método. Éxitos que se obtuvieron además en casos en los que la Medicina alopática había fracasado. Los datos fueron confirmados por el profesor Halme”.
Pues bien, nadie mejor para ayudarnos a profundizar en los fundamentos de la Dieta Budwig que el doctor Raymond Hilu, médico español de origen libanés y discípulo directo de esta notable investigadora alemana que llegó a considerarle su heredero intelectual.
¿ACEITE DE LINO o LINAZA Y REQUESÓN PARA VENCER EL CÁNCER? ¿QUIÉN SE LO VA A
CREER?
Aceite de lino o linaza y requesón, sí… aunque no sólo eso. Budwig en realidad afirmaba que un cáncer puede revertirse rápidamente hasta su curación efectuando simplemente algunos cambios en los hábitos de vida, especialmente en lo que a la dieta se refiere. Según explicaba lo primero que debe hacer todo enfermo de cáncer es asegurarse de ingerir suficientes ácidos grasos poliinsaturados para lo que recomendaba una mezcla de aceite de lino -muy rico en ácidos grasos omega 3- y requesón -para conferirles mayor biodisponibilidad-. En segundo lugar, ingerir abundantes vegetales crudos -preferentemente orgánicos- por su gran capacidad antioxidante a fin de neutralizar los radicales libres producto de la absorción celular del oxígeno descartando por completo el consumo de alimentos procesados y aditivos químicos tóxicos. En tercer lugar, consideraba esencial la exposición diaria del enfermo al sol durante unos minutos. Y en cuarto lugar, recomendaba algo de ejercicio físico -el adecuado a cada caso- junto a un descanso reparador y una actitud mental tranquila y positiva. Porque para la doctora Budwig el estado psicoemocional es muy importante tanto en la aparición como en la curación del cáncer.
Ahora bien, lo más significativo y original de su método -que lo distingue de otros y de dietas también ricas en ácidos grasos omega 3- es la llamada Crema Budwig por el importante papel que concedía a la mezcla de las grasas esenciales poliinsaturadas del aceite de lino y las proteínas sulfuradas del requesón.
DESCUBRIMIENTO ESENCIAL
Nacida en 1908 y fallecida en 2003 Johanna Budwig se doctoró primero en Química y Física, trabajó luego como consultora para el Bundesanstalt für Fettforschung (Instituto Federal para la Investigación de Grasas) y acabó estudiando Medicina y Naturopatía para poder atender de forma adecuada y legal a las personas enfermas que cada vez en mayor medida la consultaban. Descrita como la principal autoridad mundial en el campo de las grasas y aceites de su época fue la primera en clasificar las grasas de acuerdo a su composición. Estudió además en profundidad el efecto de las grasas hidrogenadas y otras grasas desnaturalizadas en la salud y constató que era, sencillamente, desastroso. Y al tiempo, descubrió la poderosa naturaleza curativa de los ácidos grasos esenciales en toda clase de enfermedades degenerativas, incluido el cáncer.
Budwig escribió numerosos libros -entre ellos “Cáncer. El problema y la solución”, “El síndrome de la grasa: discutiendo los eslabones entre las grasas y todas las enfermedades del corazón y pulmón así como el cáncer”, “Cáncer, un problema grave. Sobre el uso correcto de grasas” y “La muerte del tumor”- así como numerosos estudios científicos y tratados en los que reflejó sus resultados sobre la importancia crítica de los ácidos grasos poliinsaturados y el efecto tóxico de las grasas “trans”, hidrogenadas y saturadas en la salud.
Contemporánea de Otto Warburg -Premio Nobel en 1931 por descubrir que la falta de oxígeno es un factor determinante en el inicio de todo cáncer- aportó a esa investigación la certeza de que los ácidos grasos poliinsaturados son imprescindibles para el funcionamiento de las enzimas que permiten la adecuada oxigenación celular.
Según Warburg la cancerización de las células sanas se produce cuando éstas sufren un déficit importante de oxígeno -superior al 60%- durante un largo período de tiempo ya que entonces, para poder sobrevivir, cambian su patrón metabólico de producción de energía aeróbica -es decir, mediante oxígeno- por el modo primitivo de fermentación anaeróbica -sin oxígeno- de la glucosa. Y el problema es que por esta vía la célula obtiene casi 20 veces menos energía en forma de ATP -Trifosfato de Adenosina- debilitando progresivamente el organismo. Por otra parte, como los productos de desecho de la fermentación de la glucosa son el monóxido de carbono y el ácido láctico en torno al tumor se genera un área de acidez que, asimismo, es propiciada por una alimentación rica en productos ácidos, tóxicos y grasas saturadas; que son, al mismo tiempo, causa de la inadecuada oxigenación de la célula.
Las principales conclusiones de Budwig sobre el desequilibrio electroquímico que transforma las células sanas en cancerosas son pues dos: en primer lugar, el consumo de grasas saturadas y químicos tóxicos ya que impermeabilizan la membrana y acaban impidiendo el adecuado intercambio de nutrientes así como la expulsión de residuos del interior celular además de dificultar la entrada de oxígeno a las células y cambiar la polaridad de la membrana; y, en segundo, la insuficiente cantidad de ácidos grasos esenciales -sobre todo de omega 3- que ingerimos con la dieta habitual y que son imprescindibles para la absorción de oxígeno. En pocas palabras, sin ácidos grasos esenciales poliinsaturados no hay suficiente oxígeno en las células y sin oxígeno la célula se canceriza.
LA MEMBRANA CELULAR Y LOS ÁCIDOS GRASOS
Bueno será que hagamos un breve repaso a la función de los ácidos grasos esenciales para entender mejor el por qué de la eficacia de la Dieta Budwig. Empezaremos recordando que la principal función de los ácidos grasos es la constitución de las membranas celulares en forma de bicapa celular: externa e interna.
La membrana celular no sólo marca el límite externo de la célula sino que además, por las proteínas insertas entre los ácidos grasos (proteínas receptoras de membranas), seleccionan qué nutrientes y qué hormonas pueden penetrar en las células. De ahí su importancia en el metabolismo celular. Bien, pues para cumplir eficientemente con esa función el número de dobles enlaces que poseen los ácidos grasos constituyentes de la membrana son de gran importancia pues cuanto mayor es su cantidad más flexible y fluida es la membrana. De ahí la importancia de los ácidos grasos omega 3 y omega 6.
Cabe añadir que los ácidos grasos esenciales tienen carga eléctrica negativa, necesaria para poder absorber el oxígeno. Sin embargo, cuando los ácidos grasos esenciales se hidrogenan su polaridad cambia afectando ello a la fluidez de las membranas que se endurecen e impermeabilizan impidiendo los intercambios naturales. En suma, si el organismo carece de ácidos grasos naturales poliinsaturados las células sanas se cancerizan.
Terminaremos este rápido repaso añadiendo que los más importantes ácidos grasos poliinsaturados son los omega 3 y los omega 6. A los primeros pertenecen el ácido alfa-linolénico y sus metabolitos -el eicosapentaenoico (EPA) y el docosohexaenoico (DHA)- mientras que el ácido linoleico y sus correspondientes metabolitos -el gamma-linolénico (GLA) y el araquidónico (AA )- son los representantes de la familia omega 6. Y como sobre los innumerables efectos sobre la salud derivados de su papel como precursores de los eicosanoides y un amplio complejo de hormonas -prostaglandinas, prostaciclinas, tromboxanos y leucotrienos- ya hemos hablado ampliamente en otros artículos de la revista no incidiremos más en ello.
Sólo nos resta agregar que con los ácidos grasos esenciales nos pasa a los humanos como con la vitamina C: el organismo no los sintetiza por lo que hay que ingerirlos necesariamente con la alimentación. Ya explicamos en su día que la mayor parte de los animales sintetizan la vitamina C. Y hoy agregaremos que los vegetales pueden sintetizar los omega 6 y algunos también los omega-3 (por ejemplo, algunas algas marinas microscópicas). En suma, todos los ácidos grasos omega 3 y omega 6 provienen del reino vegetal y si se hallan en los tejidos animales es porque éstos han consumido vegetales que los contienen. Incluidos los peces y los mariscos al alimentarse de plancton marino. Pues bien, de todas las semillas vegetales las más ricas en ácidos grasos esenciales -especialmente en omega 3- son las de lino.
LOS ÁCIDOS GRASOS POLIINSATURADOS Y EL OXÍGENO
Pero volvamos a la relación de los ácidos grasos con el oxígeno. Warburg fue el primero en reconocer que las grasas juegan un destacado papel en la disponibilidad de oxígeno por parte de la célula a través de la enzima citocroma oxidasa. Había observado que al añadir aceites grasos omega a huevos de erizos de mar aumentaba en ellos el consumo de oxígeno un 2.200 % así que intentó reproducir el proceso en enfermos de cáncer pero no tuvo éxito. Luego se sabría que la razón estaba en que Warburg usó ácido butírico -un ácido saturado- en lugar de ácidos grasos poliinsaturados. Johanna Budwig repitió pues en 1951 el experimento de Warburg pero agregando una mínima cantidad de ácido linoleico (omega 6) logrando así rehabilitar el metabolismo aeróbico de las células cancerosas que volvieron a convertirse en células sanas.
Y es que los electrones -la nube de electrones, como los definía Budwig- presentes en los ácidos grasos esenciales poliinsaturados juegan un papel fundamental en la atracción del oxígeno necesario para la elaboración de ATP, conocida como la molécula de la vida ya que suministra energía a todo el organismo.
“Su filosofía -nos diría Raymond Hilu- era sobrecargar al máximo el tejido intersticial con ácidos grasos poliinsaturados de carga negativa en altísimas dosis porque así permitía recobrar electrones a la membrana celular con lo cual se consigue una mejor oxigenación de la célula. Los electrones atraen el oxígeno. Mire lo que ocurre con la pintura de secado rápido, pintura mezclada con aceite de linaza: el aceite de lino atrae el oxígeno y la pared se seca rápidamente. El aceite de lino tiene muchísima afinidad por el oxígeno; por eso es tan fácilmente oxidativo”.
De ahí la necesidad de completar la Crema Budwig con alimentos antioxidantes que neutralicen los radicales libres procedentes del proceso de oxidación.
“La acumulación más alta de electrones -declararía Budwig a Lothar Hirneise- se da con la combinación de los ácidos grasos linoleico-linolénico en el aceite de lino. El ácido graso linolénico conjugado es más eficaz que otros ácidos de cadena más larga. Y aún es más eficaz para la absorción de oxígeno en interacción con el ácido linoleico tal y como están presentes ambos ácidos grasos en la cadena de aceite de lino”. Siendo al final ese intercambio eléctrico en el interior de la célula el que ayuda a combatir el cáncer. “Es precisamente esa energía -remarca Budwig- la que sana el cáncer o no le permite ni siquiera aparecer. Si ese elemento vital está presente ningún tumor puede desarrollarse. Es un factor decisivo en el sistema inmune. Hoy se habla mucho de productos que elevan nuestras defensas pero no hay ningún factor más eficaz que los ácidos grasos esenciales”.
LA IMPORTANCIA DEL REQUESÓN Y EL SOL
Hasta aquí bien podría decirse que Budwig adelantó y explicó muchas de las propiedades antitumorales atribuidas en la actualidad a los ácidos grasos esenciales poliinsaturados -sobre todo los omega 3- pero lo que verdaderamente hizo única su investigación es el papel fundamental que tiene el requesón en la crema de su invención -núcleo central de su dieta- junto al aceite de lino.
El requesón no es un queso sino un lácteo obtenido a partir del suero de la leche y es el único derivado que Budwig permite en su dieta. El suero se obtiene en el proceso de elaboración del queso cuando a la leche líquida, previamente pasteurizada, se la añade el cuajo, fermento natural contenido en el estómago de los rumiantes que posee una enzima que hace coagular la leche. Se trata de un proceso que se realiza en tanques especiales a unos 30º C de temperatura y cuyo resultado es una masa semisólida rica en caseína y grasa que, tras su maduración y secado, se convertirá en queso. Pues bien, cuando esa masa semisólida se retira de las cubas lo que queda en ellas es el suero de leche: un líquido de color amarillo verdoso y de sabor ácido pero agradable. Se trata, en suma, de la parte que no se coagula por la adición del cuajo y que permanece en estado líquido. Pues bien, una vez separado el suero de leche se calienta a 90º C a fin de que sus proteínas precipiten y entonces se forma una masa mantecosa, de consistencia blanda y color blanco que es lo que se conoce como requesón. Solo que lo que lo hace especialmente significativo no son sus propiedades nutritivas sino que se trata de un producto que posee grandes cantidades de proteínas con alto contenido de azufre -proteínas sulfuradas-, proteínas que Budwig había observado eran fundamentales para que los ácidos grasos esenciales se acabarán constituyendo en membranas celulares y lipoproteínas.
En suma, mezclando adecuadamente ácidos grasos esenciales -aceite de lino- y proteínas sulfuradas -requesón- se obtiene una sinergia que mejora notablemente la biodisponibilidad de los ácidos grasos hasta el punto de ser una herramienta terapéutica de primer orden contra el cáncer.
“Las grasas poliinsaturadas -nos explicaría al respecto Raymond Hilu- tienen un montón de enlaces, débiles, que se unen fácilmente con proteínas sulfuradas de carga positiva. Una vez hecha esta unión sus enlaces se vuelven muy frágiles, se convierten en hidrosolubles y se mejora la absorción intestinal manteniendo su carga negativa. Además hay otro efecto igualmente importante: al convertirse en hidrosolubles automáticamente se mejora la absorción y la disponibilidad de los ácidos grasos esenciales a nivel celular. De hecho, si uno elabora la Crema Budwig con aceite de lino y requesón, y a la mezcla le echa agua verá que se disuelve fácilmente”.
Otro de los elementos que distinguen el método de Budwig de otros métodos nutricionales es su hincapié en la necesidad de que los enfermos de cáncer -y de cualquier enfermedad degenerativa- se expongan al sol al menos diez minutos diarios. “Budwig consideraba -nos explicaría Hilu- que el ser humano es una antena diseñada para recibir una serie de cargas energéticas específicas necesarias para la vida. Funcionamos como una batería que recargamos exclusivamente con el sol. Los electrones vivos, como ella les llama, los recibimos cuando nos exponemos al sol con moderación, con cabeza, siguiendo las recomendaciones ya conocidas. Pero es necesario exponerse al sol y recibir esas cargas. Diez minutos pueden ser suficientes para una recarga de calidad. No estamos pues hablando de tumbarnos al sol para ponernos morenos, estamos hablando de recargar electrones merced a los rayos solares. Si uno tiene suficiente cantidad de ácidos grasos en sus células y tejidos el cuerpo se comportará como una antena receptora; en cambio, si tiene exceso de grasas saturadas no podrá recargarse adecuadamente”.
La doctora Budwig pensaba que la energía solar era imprescindible para poner en marcha el llamado ciclo de Krebs, la fase aeróbica del metabolismo de la glucosa. “Ninguna forma de vida -declararía Budwig a Hirneise- tiene tanta capacidad para almacenar electrones y fotones como el hombre. Esa energía eléctrica, guardada en los substratos eléctricos del ser humano, almacenada particularmente en los vitales ácidos grasos altamente insaturados, es un elemento fundamental para la vida del ser humano (…) La reacción base necesaria para el consumo de oxígeno y la extracción de la energía de la comida tiene lugar a partir de la interacción de la proteína sulfurada altamente electrificada con carga positiva con los fotones adecuados -en términos de quantum de energía solar- almacenados en las semillas de los aceites”.
Y hasta tal punto estaba convencida de la necesidad de un adecuado equilibrio eléctrico en la célula que Budwig llegó a calcular la frecuencia de resonancia de los electrones pi de la lipoproteína de la membrana -6.900 amgstroms- en la parte roja del espectro visible. Después expuso a sus pacientes a la luz roja de un láser de rubí y notó que mejoraban más rápido.
RAYMOND HILU Y LA MEDICINA INTEGRATIVA
El doctor Raymond Hilu entró en la vida de la doctora Budwig cuando ésta estaba ya en la recta final de su vida, apenas tres años antes de morir. Tenía 92 años, había superado un cáncer en el rostro con su propia dieta y a pesar de todo mantenía sus facultades mentales intactas lo que le permitió ejercer perfectamente de maestra. Fruto de aquella intensa relación la doctora Budwig pediría a Raymond Hilu que se convirtiera en su heredero intelectual y de hecho hoy es, por voluntad directa de la misma, el propietario de sus manuscritos y de los derechos de reproducción de su obra que, en estos momentos, por cierto, se está traduciendo al español. Una labor que el doctor Hilu compagina actualmente con la dirección de la Clínica Las Mariposas en Torremolinos (Málaga).
-Una vez hemos aproximado a nuestros lectores la base científica de los trabajos de la doctora Budwig conozcamos algo más. Díganos, doctor, ¿el método terapéutico de la doctora Budwig se concentra en su dieta?
-Bueno, el método tiene 4 formatos principales. El principal, sin duda, es la dieta básica que voy a facilitarle para que los lectores de Discovery DSALUD la conozcan (véase el recuadro adjunto). Después está la dieta de continuación ya que el paciente de cáncer no puede volver nunca, en lo que le resta de vida, a seguir una alimentación marcada por los tóxicos y las grasas saturadas. También se cuenta con el tratamiento de emergencia que consiste en la utilización de enemas de aceite de linaza. Se recomienda en casos de cáncer muy avanzados para obtener resultados rápidos, en pocos días. Se trata de poner al enfermo un enema de medio litro de aceite de linaza puro, sin mezcla. Basta retenerlo diez minutos. Yo no me lo he puesto pero quienes sí lo han hecho me dicen que cuando pasa ese tiempo ya no se derrama ni una gota. ¡Es absorbido todo por el organismo! Y finalmente tenemos la mezcla de champán francés con aceite de lino para tumores cerebrales. No sé por qué no con cava pero cuando se lo insinué puso el grito en el cielo. La explicación reside en que en el estómago no se absorbe generalmente nada -se hace en el intestino- salvo el alcohol. Por eso cuando uno bebe champán se le sube a la cabeza en pocos minutos. El caso es que ella decidió aprovechar esa rápida absorción y utilizar el champán como vehículo para llevar los ácidos grasos hasta el cerebro. Por supuesto, este tratamiento es sólo válido en casos de cáncer cerebral estando contraindicado en el resto de cánceres. Como los demás alcoholes.
Añadiré que la fórmula natural de Budwig ha sido usada terapéuticamente para la prevención y tratamiento no sólo de cáncer sino de más de 50 enfermedades: cardíacas, vasculares, cerebrales, etc.
-¿Comparte usted la mala opinión de Budwig sobre las grasas saturadas e hidrogenadas?
-Evidentemente. Abusamos de ellas en nuestra dieta y cuando el organismo se encuentra con sustancias que no puede metabolizar, de las que no puede deshacerse -como las grasas hidrogenadas- o elementos tóxicos -como los colorantes artificiales o los conservantes- tiende a aislarlas en cualquier parte. No sólo impermeabilizan las células sino que se depositan y aíslan dentro de células débiles de cualquier tipo. Y si los procesos de desintoxicación no son suficientemente potentes se quedan ahí y van alterando el comportamiento de esas células. Que las acumulaciones se produzcan en un órgano o en otro dependerá ya de la genética de cada persona ya que los materiales de desecho y las toxinas suelen ser dirigidas al punto más débil del organismo, donde las células acaban desnaturalizándose y formando un cáncer.
La Dieta Budwig, al corregir la estructura de la membrana y mejorar el intercambio de lo bueno hacia adentro y de lo malo hacia fuera consigue que las grasas acumuladas en el interior puedan ser expulsadas junto con las toxinas para, al final, lograr la recuperación de la célula enferma o, al menos, la recuperación de su inteligencia biológica y de la apoptosis como mecanismo de autodestrucción cuando se encuentra dañada sin remedio.
-¿Recuerda la primera vez que utilizó el método Budwig con un paciente de cáncer?
-El primer paciente que traté única y exclusivamente con el método Budwig -y lo hice así porque era un caso perdido- fue a poco de llegar de Alemania. Me llamó un amigo mío, inglés, que a pesar de todos sus recursos económicos -y eran muchos- no había encontrado cura para su suegro. Le habían operado un año antes de cáncer de colon y le habían dicho que todo había ido bien. Pero unos meses después, en la segunda revisión postoperatoria, le dijeron que tenía metástasis en el hígado y en el páncreas así como en los huesos. Explicándole que de nada servía ya darle quimio o radioterapia. Le dieron unas semanas de vida. Y como mi amigo sabía que yo había estado en Alemania con la doctora Budwig me pidió que intentara su método con él. Tan sólo en esa ocasión he seguido la dieta original tal y como ella la diseñó. Según Budwig, el tratamiento básico tiene que durar tres meses, momento en el que se consiguen la mayoría de las curaciones. Aquel hombre hizo todos los cambios necesarios en su dieta. Y yo decidí verle una vez al mes. Bueno, pues a los dos meses de estar con la dieta acudió a su hospital de Inglaterra porque le tocaba la revisión y sus médicos, asombrados, comprobaron que no había ni rastro del cáncer. No entendían cómo había podido ocurrir pero no había rastro ni del tumor primario ni de las metástasis. Incluso me llamó desde Inglaterra el director del hospital para felicitarme. La verdad, sin embargo, es que yo examiné su sangre con microscopía electrónica y detecté aún indicios de actividad cancerígena. Pero tras otro mes más de dieta ya no encontré nada. Ese fue el primer caso y supongo que así es como le funcionaría a Budwig. Yo no he tratado tantos pacientes terminales como ella; trato enfermos de todo tipo. La ventaja con la que Budwig contaba es que era ella directamente la que daba de comer a sus pacientes. Tenía gente especialmente preparada para hacer la comida. Y nadie se salía de lo que ella señalaba.
-Sin embargo sabemos que usted, sin olvidarse de la Dieta Budwig, ha dado un paso más desarrollando lo que denomina Medicina Integrativa en la que incluye, entre otros recursos, suplementos. Algo que Budwig no consideraba necesario.
-En la Medicina Integrativa uso su dieta en la gran mayoría de los casos y aunque ella pensaba que no se necesita nada más yo la refuerzo. Yo hago primero un análisis completo aunque la doctora Budwig no lo consideraba necesario. Ella se limitaba a ver los informes, a hablar con el paciente y luego, sin más, le hacía seguir su dieta. Yo averiguo las carencias de cada persona y complemento la Dieta Budwig proporcionando al enfermo los nutrientes de los que es deficitario. De forma individualizada.
No me considero homeópata aunque lo soy. Ni naturópata aunque lo soy. Ni acupuntor aunque lo soy. Ni especialista en Nutrición Ortomolecular aunque lo soy. Practico la Medicina Integrativa e incorporo todo lo que creo que puede beneficiar a un enfermo porque considero que el paciente es demasiado complejo para ser atendido desde un único punto de vista. La dieta es muy importante, por supuesto; Budwig demostró que es eficaz. Y podría ser suficiente en muchos casos -no lo pongo en duda porque la he visto funcionar- pero ese 10% que Budwig no hubiera podido sacar adelante quizás pueda recuperarse usando el Papimi, la Electroterapia, un tratamiento ortomolecular, el láser, los campos magnéticos pulsantes… En fin, con cualquiera de los tratamientos de los que ustedes vienen hablando desde hace años. Y es lo que hacemos.
-¿Y cuál está siendo el resultado? ¿Cuál es su experiencia con los pacientes de cáncer?
-Estoy encantado aunque mayormente acuden a nosotros enfermos desahuciados, casos en los que aparentemente no se puede hacer ya nada. Y así se lo hago saber a los pacientes para, acto seguido, recomendarles la dieta y proponer en cada caso el tratamiento más oportuno a nuestro juicio. La mayoría reconoce pronto, ante todo, lo bien que se encuentra, cómo mejora su calidad de vida. Y los informes con resultados positivos -ecografías que muestran la reducción del tamaño del tumor, mejoría de los marcadores tumorales, etc.- son constantes. Además, claro está, de la enorme satisfacción que proporcionan los casos que quedan totalmente resueltos.
Mire, hasta ahora había decidido guardar silencio por prudencia. He sido muy reticente a hablar porque he visto lo que ha pasado en otros sitios y con otros compañeros. Pero siendo uno de los pocos que puede transmitir correctamente los trabajos de la doctora Budwig debía dar el paso. Y no busco reconocimiento. Sencillamente, sé que hay alternativas útiles que los enfermos de cáncer tienen derecho a conocer y usar y mi obligación ética es contarlo.
-Afortunadamente cada vez son más los enfermos interesados en conocer alternativas a los tratamientos farmacológicos. Y en la medicina preventiva.
-Así es. Le diré con cierto orgullo que cada vez vienen más personas sanas buscando prevenir. Lo que me satisface porque con la técnica de microscopía que utilizo se pueden ver algunas tendencias degenerativas hasta con diez años de antelación. Y así prevenir el cáncer. ¿Cómo? Mediante tres estudios diferentes de la sangre. Es una técnica bastante sencilla aunque es importante tener práctica. Así, si hay demasiados elementos que coinciden en un perfil degenerativo lo que hay que hacer no es alarmarse sino poner soluciones. Hay unas cuantas enfermedades que tienen sus propias alarmas específicas. Es el caso de las relativas al corazón y al cáncer, entre otras. Si hay un proceso autoinmune se ve en la sangre. Y si hay cáncer también. Como si hay problemas de circulación. La carencia de suficientes grasas poliinsaturadas en la alimentación, por ejemplo, hace que las grasas saturadas lleguen a la corriente sanguínea entorpeciendo la circulación. ¿Sabía que todos los pacientes de cáncer tienen mala circulación o, por utilizar un término más coloquial, sangre espesa? Pues la gente debería saber también que cuando hay dificultades en la circulación sanguínea la oxigenación del organismo es deficiente y entonces comienza un debilitamiento general que puede llevar a cualquier proceso degenerativo.
Terminamos. Evidentemente son muchas más las cosas que podría contarnos el doctor Hilu pero lo ya dicho es importante. Como lo es que se centre en la traducción al español de los libros de la doctora Budwig. Y en la ponencia que sobre este mismo tema, ampliando la información aquí ofrecida, dará en el II Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que, auspiciado por la Asociación Mundial para la Investigación del Cáncer (WACR) en colaboración con Discovery DSALUD, tendrá lugar los próximos días 26 y 27 de mayo en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid.
Antonio F. Muro
La dieta básica de la Dra. Johanna Budwig
La crema Budgwig consta básicamente de aceite de linaza y requesón y se debe tomar en cada una de las tres comidas del día preparándola siempre minutos antes de tomarla. Para hacerla mezcle al menos -aunque puede tomar más- 2 cucharadas soperas de aceite de lino con una taza (250 ml) de requesón 0% graso. La mezcla debe hacerse bien, con batidora eléctrica o batiéndola fuertemente durante diez-quince minutos. Eso sí, no caliente luego la mezcla. Hecha la crema puede añadir fruta -la que más que le guste- y trocitos de frutos secos (cualesquiera menos cacahuetes) mezclando luego todo de nuevo. Incluso puede añadir agua hasta lograr la textura que más le plazca. Si no encontrara aceite adquiera semillas de lino en grano, eche 4 o 5 cucharadas grandes en un molinillo de café y muélalas. Luego eche el requesón y bata de nuevo todo.
La pasta debe consumirse antes de que pasen 20 minutos desde que se hizo. En casos de cáncer y enfermedades graves se debe seguir la dieta al menos tres meses. Y para beber ingiera en las comidas sólo agua mineral o infusiones (té verde, manzanilla, valeriana…).
Al empezar el día
-En ayunas
1 vaso de zumo de chucrut (col blanca fermentada).
-Desayuno
La crema Budwig y las infusiones de plantas que le plazcan.
A media mañana
Un vaso de zumo de remolacha o zanahoria.
En la comida
Puede elegir entre varias opciones:
1) Una ensalada de verduras -las que más les gusten- a la que puede añadir frutas como las manzanas o las pasas. Puede aliñarla -a su gusto- con aceite de oliva virgen extra, vinagre, sal, jugo de limón, hierbas frescas (orégano, tomillo, comino, menta, laurel, hinojo…) y especias (pimienta, jengibre clavo, enebro, eneldo, anís…). O. incluso, utilizar la crema Budwig como aliño.
2) Verduras cocidas y/o gratinadas -especialmente coliflor, brécol, brócoli, remolacha, calabacín o espárragos- aliñadas al gusto.
3) Pescado fresco a la plancha, al horno o cocido (2-3 veces por semana como máximo). Quitando antes la piel.
4) Legumbres (de todo tipo cocidas) con verduras.
5) Arroz integral o alforfón (trigo sarraceno). Puede añadirles hierbas, piñones y pimienta negra.
6) De postre tome la crema Budwig sola o con miel extravirgen.
En la cena
Una sopa de verduras con alforfón (no muy caliente), hierbas y aceite de lino. Y en caso de tener aún hambre una taza de requesón con 2 cucharadas soperas de aceite de lino bien mezcladas. Debe ser lo último que se tome hasta el día siguiente (a excepción de líquidos).
Nota: en caso de tenerse apetito entre horas lo adecuado es prepararse una ración de la Crema Budwig.
Productos prohibidos:
-El azúcar blanco.
-La harina blanca refinada y sus derivados.
-Los aceites refinados.
-Los lácteos de origen animal excepto el requesón.
-Los embutidos.
-Todos los alimentos fritos.
-Todo alimento y bebida que contenga aditivos químicos y colorantes artificiales.
-Los cacahuetes.
-La margarina.
-El marisco.
-La trucha, el emperador o pez espada y el salmón de piscifactoría.
-La comida preparada, la enlatada y las conservas.
-Las bebidas alcohólicas.
-El café.
-El tabaco.
Productos recomendados:
-Las verduras frescas. En particular, ajos, cebollas, coliflores, coles, brécol, brócolis, puerros, pimientos verdes, remolachas rojas y zanahorias.
-Las frutas frescas de temporada. Especialmente limones y uvas.
-El aceite de oliva virgen extra.
-Los cereales integrales. Sobre todo, el trigo sarraceno
-Los frutos secos (a excepción del cacahuete); sobre todo, las nueces.
-Las pipas de calabaza.
-La miel virgen y el polen.
-Los pescados (sin piel).